2. Nuevos tiempos, nuevos problemas sociales
![]() |
La era del humo. Imagen de Robert Havell Wikimedia Commons, Dominio Público. |
Tal vez la imagen que puedes haberte hecho hasta el momento de los enormes cambios que se vivieron en la mayor parte de Europa durante el siglo XIX es positiva. Si es así, puede que tengas razón, pero sólo en parte.
Nadie pone en duda que si miramos a grandes rasgos la situación de los países europeos a comienzos y a finales del siglo XIX las mejoras y avances habían sido notables en casi todos los terrenos:
- La producción económica se había multiplicado.
- La población de Europa había aumentado notablemente, gracias sobre todo a las mejoras en la producción y distribución de alimentos y a los avances sanitarios e higiénicos.
- La producción a gran escala de nuevos bienes de consumo hacía la vida más confortable a muchas personas.
- La revolución de los medios de transporte favorecía el intercambio de mercancías, personas e ideas.
- .... y muchas cosas más.
Vale. Damos por buenos todos estos avances y mejoras. Pero ¿qué crees que opinarían del liberalismo y de la Revolución Industrial las personas, hombres y mujeres, adultos y niños, que trabajaban en las primeras fábricas que se iban construyendo, o en las primeras minas de carbón a gran escala? ¿Vivían mejor que sus antepasados campesinos? ¿Se beneficiaban en algo del crecimiento de la economía? ¿Disponían en sus casas de los productos cada vez más variados e ingeniosos que salían de las fábricas en las que trabajaban?
![]() |
Obreros a la salida de las fábricas. Comienzos del siglo XX. Imagen de Wikimedia Commons. Dominio Público. |
En este tema vamos a tratar el lado oscuro de la Revolución Industrial y del liberalismo del siglo XIX. Oscuro de una parte en un sentido figurado, porque trataremos sobre personas que vivían en condiciones infrahumanas, sometidas a una explotación bestial que comenzaba en su más tierna infancia. Pero oscuro también en un sentido literal, porque el negro era el color que impregnaba los sucios harapos de esta gente, las tristes fachadas de sus miserables viviendas e incluso sus pulmones, debido al humo constante que vomitaban a su alrededor las chimeneas de las primeras fábricas, que quemaban constantemente carbón.
![]() |
Niños mineros estadounidenses. 1900. Imagen de Lewis Wickes Hine en Wikimedia. Dominio Público |
Y es que el siglo XIX, entre tanto invento y novedad, trajo también una nueva categoría de personas a la que se dio el nombre de proletariado. Aunque la burguesía puso el dinero y el conocimiento que se necesitaba para invertir en el progreso, nada se hubiera avanzado si millones de trabajadores y trabajadoras de Europa no hubieran puesto al servicio del progreso su única posesión, sus cuerpos, que eran explotados en los primeros tiempos de la industrialización en jornadas laborales de 14 horas y más a cambio de salarios que, con suerte, permitían a las familias proletarias no morir de hambre, siempre y cuando todos los miembros de la familia, niños y niñas incluidos, trabajaran.
Vamos a abordar en este tema aspectos duros, que deberían herir la sensibilidad de cualquier persona. Entre otras cosas porque en España mucha gente de la generación de nuestros mayores vivió situaciones de explotación y miseria no muy distintas a las que veremos. Ya nada puede hacerse por ellas, salvo rendirles un sentido homenaje por lo mucho que debemos los españoles y españolas de hoy a su sacrificio.
Pero todavía más debería herir la sensibilidad de cualquier persona el constatar que en el siglo XXI casi dos terceras partes de la humanidad vive en condiciones no mucho mejores que el proletariado europeo del siglo XIX.
![]() |
|
Niño minero. Bolivia 2008. Imagen de Knoticia. Dominio Público. |