Cuentos cortos… pero cortos, cortos

Los cuentos cortos cortos son una maravilla  por su pequeña extensión y gran contenido. Pueden hacer que nuestra imaginación explote en un millón de caminos que pueden seguir a esa pequeña historia. El clásico que se cita muchas veces es El dinosaurio, de Augusto Monterroso que cita nuestra compañera Inmaculada más adelante.

Pero a mí me gusta más éste de Fredric Brown, un escritor de ciencia-ficción del siglo XX con una imaginación desbordante y un estilo muy personal:

«El último hombre sobre la Tierra estaba sentado solo en una habitación. De repente, tocan a la puerta.»

Os proponemos algunos seleccionados por nuestros profesores y profesoras:

Profesora: Inmaculada Nieto Ortega

Por arriba del famoso El dinosaurio de Augusto Monterroso, el cuento más breve, por lo menos en lengua hispana, lo escribió Luis Felipe G. Lomelí, titulado El emigrante, que incluyó en su libro Ella sigue de viaje: «-¿Olvida usted algo?- Ojalá».

Este breve escrito, de menor extensión que el de Monterroso («Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí»), es el primero del libro de Lomelí, pero podría ser el último, pues sintetiza el sentir de cada uno de los personajes que habitan las 130 páginas del texto editado por Tusquets Editores.

Es un cuento introductorio pero también de síntesis, que carga una historia mucho más amplia detrás de las 19 letras que conforman las dos frases; es reflexivo y a la vez nostálgico, es doloroso al mismo tiempo que apasionado, es toda una historia en cuatro palabras.

Profesora: María del Mar Berlanga Sánchez

Ahí van dos que me encantan y son de mujeres

‘Fantasma’,  de Patricia Esteban Erlés

El hombre que amé se ha convertido en fantasma. Me gusta ponerle mucho suavizante, plancharlo al vapor y usarlo como sábana bajera las noches que tengo una cita prometedora.

Ángeles’, de Espido Freire

Apostados cada uno en una esquina de la cama le veían cada noche rezar y dormir. Una vez quisieron mostrarse. El niño rompió a gritar y su madre trató de convencerle de que los monstruos no existían. Ellos bajaron la cabeza, avergonzados, y ocultaron su fealdad tras sus alas.

Profesora: María Martín Fernández
Calidad y Cantidad, de Alejandro Jodorowsky

No se enamoró de ella, sino de su sombra. La iba a visitar al alba, cuando su amada era más larga.

Un sueño, de Jorge Luis Borges

En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma del círculo) hay una mesa de madera y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mí escribe en caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular… El proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisioneros escriben.

FIN

Amor 77, de Julio Cortázar

Y después de hacer todo lo que hacen se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.

Profesor: Víctor García

Ella quería un final feliz, él era un cuento de nunca acabar. (Fuente: Twitter)

Y terminamos con un microcuento atribuído a Ernest Hemingway cuyo texto completo dice en inglés “For sale: baby shoes, never worn” «Vendo zapatos de bebé, sin usar.»

 

¿Qué te sugieren estas historias?