Reseña de 1984 de George Orwell

Viendo los libros de la biblioteca, me fijé en uno que se había salido de su lugar. Estaba casi imperceptiblemente por delante del resto, como si alguien lo hubiera sacado, hubiera tenido miedo de que lo vieran leyéndolo y lo hubiera vuelto a poner con prisa. O como si mismo libro quisiera escaparse del orden impuesto. Era 1984, de George Orwell.

Entonces pensé en cuanto ha cambiado el concepto de Gran Hermano desde aquel 1.984 en el que lo leí. Pensé que debía ser un libro de cabecera, un libro que todo el mundo tenía que leer para darse cuenta de la manipulación de la verdad a la que nos someten los medios de comunicación. Y sí, llegados a este punto, casi todo el mundo conoce el concepto de Gran Hermano, pero de forma muy distinta a como yo pensaba, a como Orwell ideó. Gran Hermano es un programa donde personas antes anónimas muestran sus ¿vidas? a unos espectadores ávidos de carne fresca a la que hincar el diente de la crítica despiadada, satisfaciendo sus más bajos instintos. El Gran Hermano ha conseguido su objetivo, de una forma distinta pero igualmente efectiva. En vez de engañarnos (que también lo hace) pone nuestro enfoque en lo que no importa. Tan efectivo es engañar como cubrir la verdad de tantas capas de hechos sin importancia que no nos dejen verla, que hagan que nos deje de interesar, imbuidos en las vidas de cualquiera.

El recuerdo de este pensamiento de Winston aun perdura en mi memoria:

«Saber y no saber, tener plena conciencia de algo que sabes que es verdad y al mismo tiempo contar mentiras cuidadosamente elaboradas, mantener a la vez dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer en ambas, utilizar la lógica en contra de la lógica, repudiar la moralidad en nombre de la moralidad misma, creer que la democracia era imposible y que el Partido era el garante de la democracia, olvida lo que hacía falta olvidar y luego recordarlo cuando hacía falta, para luego olvidarlo otra vez. Y, por encima de todo, aplicar ese mismo proceso al propio proceso. Esa era la mayor sutileza: inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego, una vez más, volverse inconsciente del acto de hipnosis que acababas de realizar. Incluso la comprensión del término <<doblepiensa>> implicaba el uso del doblepiensa.»

 

Este Gran Hermano nos induce a la inconsciencia, a ser inconscientes de lo realmente importante, nuestra vida. O a lo mejor es que queremos vivir la de otros.

Un libro cualquiera – 1984 de George Orwell

Viendo los libros de la biblioteca, me fijé en uno que se había salido de su lugar. Estaba casi imperceptiblemente por delante del resto, como si alguien lo hubiera sacado, hubiera tenido miedo de que lo vieran leyéndolo y lo hubiera vuelto a poner con prisa. O como si mismo libro quisiera escaparse del orden impuesto. Era 1984, de George Orwell.

Entonces pensé en cuanto ha cambiado el concepto de Gran Hermano desde aquel 1.984 en el que lo leí. Pensé que debía ser un libro de cabecera, un libro que todo el mundo tenía que leer para darse cuenta de la manipulación de la verdad a la que nos someten los medios de comunicación. Y sí, llegados a este punto, casi todo el mundo conoce el concepto de Gran Hermano, pero de forma muy distinta a como yo pensaba, a como Orwell ideó. Gran Hermano es un programa donde personas antes anónimas muestran sus ¿vidas? a unos espectadores ávidos de carne fresca a la que hincar el diente de la crítica despiadada, satisfaciendo sus más bajos instintos. El Gran Hermano ha conseguido su objetivo, de una forma distinta pero igualmente efectiva. En vez de engañarnos (que también lo hace) pone nuestro enfoque en lo que no importa. Tan efectivo es engañar como cubrir la verdad de tantas capas de hechos sin importancia que no nos dejen verla, que hagan que nos deje de interesar, imbuidos en las vidas de cualquiera.

El recuerdo de este pensamiento de Winston aun perdura en mi memoria:

«Saber y no saber, tener plena conciencia de algo que sabes que es verdad y al mismo tiempo contar mentiras cuidadosamente elaboradas, mantener a la vez dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer en ambas, utilizar la lógica en contra de la lógica, repudiar la moralidad en nombre de la moralidad misma, creer que la democracia era imposible y que el Partido era el garante de la democracia, olvida lo que hacía falta olvidar y luego recordarlo cuando hacía falta, para luego olvidarlo otra vez. Y, por encima de todo, aplicar ese mismo proceso al propio proceso. Esa era la mayor sutileza: inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego, una vez más, volverse inconsciente del acto de hipnosis que acababas de realizar. Incluso la comprensión del término <<doblepiensa>> implicaba el uso del doblepiensa.»

Este Gran Hermano nos induce a la inconsciencia, a ser inconscientes de lo realmente importante, nuestra vida. O a lo mejor es que queremos vivir la de otros.